divendres, 28 de maig del 2010

HERMENEGILDO ANGLADA-CAMARASA Barcelona 1872- Pollença, Mallorca 1959 Influencias: postimpresionismo, modernismo, nabis, dentro de un estilo muy personal.


ÁRBOLES JUNTO AL MONASTERIO DE MONTSERRAT.
PINARET

Los paisajes mediterráneos de pinos, alcornoques, almendros, olivos, sauces e higueras serán pintados habitualmente por Anglada Camarasa. Uno de los árboles que más le fascinará será el pino, por su majestuosidad, la fuerza de las raíces, las cortezas resistentes y las formas peculiares de los troncos y las ramas provocadas por los fuertes vientos de la isla (Mallorca.)
Por tanto, será el que encontraremos más veces representado en su obra. Sea el árbol que sea, Anglada lo pintará ocupando toda la superfície de la tela.



Durante la estancia en Mallorca, Anglada-Camarasa salía a pasear por los alrededores de Pollença para dibujar y fotografiar los paisajes de interior, pequeños rincones de la isla, huertos, las construcciones rústicas de los payeses de la isla, las espectaculares y curiosas formas de los árboles o de las cuevas naturales. Es también en esta etapa cuando empieza a hacer salidas con barca por la posibilidad de gozar de la contemplación del fondo del mar y de la observación a través de un visor de vidrio de todos los detalles del mundo submarino: los peces, las plantas y las formas caprichosas de las rocas.
Un universo hasta entonces inexplorado como tema, que empieza a trabajar.
Todo lo que veía lo dibujaba en pequeños cuadernos, y cuando llegaba a su taller comenzaba la transformación a través de un paciente trabajo con los pigmentos, para convertir el espectáculo fascinante del fondo del mar en piezas de formato más grande llenas de colores que, por otro lado, eran el tipo de obras que su público le pedía.
EL PI DE FORMENTOR

Fuente: Grans Genis de l'Art a Catalunya (textos)  Ciro Ediciones S.A. 2008

diumenge, 16 de maig del 2010

MODEST URGELL INGLADA (Pintura catalana)- Realisme, romanticisme,simbolisme.Barcelona 1839-1919

.

PROCESIÓN.




PUESTA DE SOL.

Paisaje, cementerio y marina fueron lo epítetos más utilizados por Modet Urgell, cuando tenía que titular sus obras. En los tres el escenario de fondo cambiaba sustancialmente, pero no así el mensaje o los sentimientos transmitidos por el artista. Así, el pintor catalán se sirve de una iconografía muy específica con la cual juega a modo de metáfora, muchas veces sobre un mismo tema: la muerte.
En los tres casos la hora crepuscular sirve como ambientación simbólica del declive vital que representa el sol. A ésto se suman en los paisajes rurales, las iglesias abandonadas y los campanarios medio derruidos; en los cementerios, los cipreses y las cruces, y en las marinas, las barcas abandonadas y la sensación de soledad que invade la gran extensión de mar abierto y la playa desierta. En sí mismas, parecen estar esperando emprender un viaje solitario y sin retorno a otro mundo escondido detrás del horizonte.
Sin embargo, la reflexión poética y metafórica que propone el artista no se limita solamente a la iconografía representada, sino también al tratamiento de la luz. Una luz ténue, con poca fuerza que lánguidamente ilumina determinados puntos de la obra y deja otros en la penumbra, creando en la escena una profunda sensación de calma y de silencio.


PAISAJE CON FIGURA.


ESCALERAS.


La muerte es una de las iconografías más implícitas en la obra de Modesto Urgell. y se pueden relacionar buena parte de las temáticas simbólicas y emblemáticas que llenan sus composiciones. En este aspecto destacan sin duda, sus cementerios, lugares que expresan la presencia, casi física, de la muerte reproducida en ocasiones a través de una atmósfera tétrica más propia de los cuentos de miedo de Edgar Allan Poe, y en otras, mediante un clima poético que nos recordaría los escritos de Gustavo Adolfo Bécquer. Cruces y cipreses, se convierten aquí, en claros exponentes de esta inquietante presencia de un final inevitable del ser humano.
A pesar de ello, no siempre Urgell ve la muerte como único final, sino que en ocasiones abre la posibilidad de un mundo del más allá, más relacionada con su creencia en fantasmas y brujas que en la fe. Es en esta línea que es preciso leer la representación de escaleras que conducen a un lugar incierto y desconocido, como metáfora del paso a otro mundo aún por explorar.
Compositivamente resulta interesante la contraposición existente entre la línea vertical dibujada por el ciprés y la escultura que corona el pedestal en segundo término, y la fuerte diagonal que marcan las escaleras. La primera permite situar la escena en la proximidad de un lugar estable e inamovible, que marca los puntos visuales fijos de la escena; la segunda en cambio nos transporta, mediante la fuerte perspectiva, a un lugar lejano que se nos esconde detrás del muro del fondo, donde la imagen ya nos aparece un poco difuminada.

BIOGRAFÍA.

Modest Urgell i Inglada (Barcelona, 1839 - ídem, 1919) fue un pintor y comediógrafo español.

Estudió en la Escuela de la Llotja, donde fue discípulo de Ramón Martí i Alsina. Pasó una temporada en París, donde trató a Gustave Courbet, y se adscribió al realismo. Los años 1860 sus obras fueron rechazadas por muy avanzadas en las exposiciones organizadas en la Llotja, y también expuso sin éxito en Madrid. En 1870 fue a Olot, donde se relacionó con Joaquim Vayreda, creador de una escuela paisajista en la ciudad de la Garrotxa, que influyó en Urgell, dedicándose desde entonces principalmente al paisaje.
Expuso habitualmente en la Sala Parés desde su fundación en 1877, y obtuvo éxitos en las exposiciones nacionales de Madrid de 1876, 1892 y 1895, donde obtuvo la primera medalla con El Pedregal, pueblo civilizado; también ganó las máximas condecoraciones en las exposiciones de Barcelona de 1894, 1896 y 1898, y participó en exposiciones de Filadelfia y Múnich. Fundador de la Sociedad Artística y Literaria de Cataluña, desde 1894 fue profesor de paisaje de la Llotja.
Su obra se centra principalmente en paisajes y marinas solitarios, con un ambiente triste y misterioso, a menudo con localizaciones en cementirios y ermitas, en un estilo a veces comparado con el de Arnold Böcklin. Obtuvo bastante éxito en su tiempo, con obra en el MNAC, en los museos provinciales de Gerona, Palma de Mallorca y Lugo, en la Kunsthalle de Hamburgo, etc. Reunió reproducciones de buena parte de su obra en el álbum Cataluña (1905).
Como escritor, publicó diversas obras de teatro: Lluny dels ulls (1898), Un terròs de sucre (1898), Añoranza! (1899), Por (1901), Valor (1907); también escribió su autobiografía: El murciélago. Memorias de una patum (1913).
En 1902 fue nombrado académico de Bellas Artes de Barcelona.
Su hijo Ricard Urgell también fue pintor.
Obtenido de http://es.wikipedia.org/wiki/Modest_Urgell  
Fuente pinturas: La Ciudad de la Pintura.
Fuente comentarios de los cuadros: Grans Genis de l'Art a Catalunya. URGELL. Editor Jaume Fàbregas, 2007

divendres, 7 de maig del 2010

FRANCISCO GIMENO ARASA. Tortosa, 1858- Barcelona, 1927


NEN. 











EL SEU FILL PETIT JOSEP.
Nacido el año 1901, José, el ultimo hijo del artista tortosino, también recibió la atención de sus pinceles, siguiendo esta peculiar serie de retratos de sus hijos que prolongó durante muchos años.
José aparece sentado encima de la trona, despierto, con la boca entreabierta y los ojos muy abiertos  consiguiendo dirigir todo el interés del espectador hacia la expresividad facial de este recién nacido.
La escena del todo intranscendente, y convetida por obra y gracia de su talento plástico en algo digno de ser admirado, no por su acción sino por su calidad pictórica. En este sentido, el trazo ágil y espontáneo del artista, ayuda mucho, sobretodo en el perfil de la expresión del rostro de su hijo, pero también en la manera que tiene de destacar la figura, a través del juego de claroscuros cromáticos, en que el blanco adquiere una especial relevancia.                        


                                            
AUTORETRAT.









PLATJA DE FORNELLS (COSTA BRAVA)
El año 1976 Teresa Camps, publicó un interesante artículo "F. Gimeno y J. Mir, innovadores del paisajismo catalán", en el cual hacía un acertado análisis de algunos aspectos de los paisajes pintados por los dos, en términos de concepto y de composición. Camps decía lo siguiente:
"Gimeno modifica el esquema no en todos sus paisajes, pero sí regularmente a lo largo de su trayectoria pictórica, (...) Gimeno mira hacia arriba, hacia abajo y de través, y traduce lo que se ve desde estas ópticas posibles. Lo más sorprendente de sus paisajes son los enfocados desde arriba, con lo cual, la misión ordenadora que corresponde al segundo término, desaparece. (...) Parece comprobado que la retina humana recibe las imágenes procedentes de la vista de forma plana, de manera que la relación de espacio y de distancia la da tanto la presencia de dos ojos en vez de uno que ajustan dinámicamente lo que se ve, como la cantidad de información que posee el cerebro, que reconstruye lo que no se ve. Ausente el cerebro, la imagen fotográfica es plana. Mir desconocía estos argumentos, pero sustituyendo cerebro por intuición, redujo distancias, recibiendo imágenes y sensaciones directamente sobre la retina, que transmitía a la tela reduciéndolas a color, prescindiendo de la forma y la relación de profundidad."
No es necesario decir que en aquel momento Joaquín Mir era mejor acogido por parte de la crítica y del público, pero no se ha de olvidar que los paisajes de Gimeno planteaban también interesantes conceptos que se encuentran en la vanguardia pictórica del siglo XX.


CATERINA MASSAGUER (La seva dona)

Francesc Gimeno i Arasa (Tortosa, 1858 - Barcelona, 1927) fou un pintor i dibuixant català. Dintre de la seva producció artística, destaquen sobretot els seus autoretrats, que el situen en un lloc d'honor en la història del gènere, al costat de Rembrandt, Van Gogh i Munch.




Artista marcat per la pobresa, de caràcter esquerp, sense gaires relacions i apartat dels cercles artístics del seu temps, va crear una obra de gran valor en un estil realista propi caracteritzat pels traços basts i les textures aspres. A més dels esmentats autoretrats, en la seva producció destaquen els paisatges i els retrats de persones del seu entorn.
LA PETITA I EL SEU
COMPANYÓ O "EL
BON GUARDIÀ."

L'escriptor Josep Pla li va dedicar un homenot, en què presenta el pintor com un ésser primitiu, marginal, anàrquic, que actua i crea com per instint, fora del corrent de la cultura. L'any 2006 el Museu Nacional d'Art de Catalunya va organitzar una exposició titulada Francesc Gimeno, un artista maleït.



El seu fill Martí Gimeno i Massaguer va ser pintor, escultor i crític d'art.

"BON GUARDIÀ"
Ha sido una de las obras más importantes de la trayectoria artística de Francesc Gimeno. Su hija mayor Aurelia nacida en 1895 y Solfa, la perra que la família tenía en su casa.
Las dos figuras destilan una enorme espontaneidad y una gran expresividad y calidez en el rostro, en que destaca la penetrante mirada que dirige la perra al espectador. El gran crítico catalán Alexandre Cirici Pellicer, consideraba a Gimeno como un auténtico naturalista, calificativo que compartimos, ya que siguiendo los pasos del genial Velázquez, Gimeno demuestra aquí ser capaz de valorar la poética de la temporalidad. captando un instante cualquiera, por insignificante que sea y consiguiendo eternizarlo.




TRADUCCIÓN AL CASTELLANO.


Francisco Gimeno Arasa (Tortosa (Tarragona) 1858, Barcelona, 1927, fue un pintor y dibujante catalán. Dentro de su producción artística, destacan sobretodo sus autoretratos, que lo sitúan en un lugar de honor en la historia del género, al lado de Rembrandt, Van Gogh y Munch.
Artista marcado por la pobreza, de carácter arisco, con escasas relaciones y apartado de los círculos artísticos de su tiempo, creó una obra de gran valor en un estilo realista propio, caracterizado por los trazos vastos y las texturas ásperas. Además de los citados autoretratos, en su producción destacan los paisajes y los retratos de las personas de su entorno  "LA PEQUEÑA Y SU COMPAÑERO" o "BUEN GUARDIÁN."
El escrito Josep Pla le dedicó "Un homenot", en que presenta al pintor como un ser primitivo, marginal, anárquico, que actúa y crea como por instinto, fuera de la corriente de la cultura. El año 2006 el Museo Nacional de Arte Moderno de Catalunya,  organizó una exposición, titulada "Francisco Gimeno, un artista maldito."
Su hijo Martín Gimeno y Massaguer, fue pintor, escultor y crítico de arte.

LA TEMÁTICA.


A causa de la seva manca de recursos, Gimeno sempre va pintar allò que tenia a mà: els seus familiars, els carrers per on passava (inclosos els suburbis), unes gallines, una natura morta casolana, el seu propi rostre, etc. (per això es deia, sovint despectivament, que les seves teles feien "olor d'all i d'arengada"  o que eren "pintura d'espardenya." Aquesta tria temàtica converteix la seva obra en una crònica social de les capes més desafavorides de la Catalunya de principis del segle XX -Josep Pla l'anomenava "pintura proletària"-. En aquest sentit, Gimeno és l'antítesi del Ramon Casas cronista de la burgesia barcelonina

LA TEMÁTICA.
Debido a su falta de recursos, Gimeno siempre pintó aquello que tenía más a mano: sus familiares, las calles por donde pasaba (incluídos los suburbios), unas gallinas, un bodegón casero, su propio rostro, etc. (por éso se decía, a menudo despectivamente, que sus telas hacían "olor de ajo y de arenque" o que eran "pintura de alpargata." Esta selección temática convierte su obra en una crónica social de las capas más desfavorecidas de Catalunya de principios del siglo XX- Josep Pla la llamaba "pintura proletaria"- En este sentido, Gimeno es la antítesis de Ramón Casas cronista de la burguesía barcelonesa.

ELS AUTORETRATS.


Un tractament especial mereixen els aproximadament dos-cents autoretrats de Gimeno. A diferència del que passa en Rembrandt, Van Gogh o Munch, els autoretrats gimenians no presenten continuïtat amb la resta de les obres de l'artista; s'aparten amb força de la resta de retrats i dels paisatges i constitueixen una sèrie autònoma i dramàtica, a estones ombrívola i a estones flamejant. L'historiador de l'art Francesc Miralles, gran defensor d'aquesta faceta de Gimeno, escriu "Els autoretrats de Gimeno no tenen punts de contacte amb els retrats que feia a la família: entre ells existeix la diferència que hi ha entre la incasable força de l'esperit, la força del convenciment interior i l'acceptació irremeiable de la circumstància quotidiana que no ofereix altra possibilitat que la d'abandonar-se físicament". En els autoretrats, "trasllueix la seva vida interior i la seva contradictòria lluita personal".

LOS AUTORETRATOS.
Un tratamiento especial merecen los aproximadamente doscientos autoretratos de Gimeno. A diferencia de lo que pasa en Rembrandt, Van Gogh o Munch, los autoretratos gimenianos no presentan continuidad con el resto de obras del artista; se apartan con fuerza del resto de retratos y de los paisajes y constituyen una serie autónoma y dramática, a ratos sombría y a ratos llameante. El historiador de arte Francisco Miralles, gran defensor de esta faceta de Gimeno, escribe "Los autoretratos de Gimeno no tienen puntos de contacto con los retratos que hacía a la família: entre ellos existe la diferencia que hay entre la incansable fuerza del espíritu, la fuerza del convencimiento interior y la aceptación irremediable de la circunstancia cotidiana que no ofrece otra posibilidad que la de abandonarse físicamente. En los autoretratos, "trasluce su vida interior y su contradictoria lucha personal.

dilluns, 3 de maig del 2010

CORRIDAS DE TOROS, EL ARTE DEL ENGAÑO. Fuente: Francisco Martín, Presidente de la Asociación Vegana Española (AVE) -

CORRIDAS DE TOROS, EL ARTE DEL ENGAÑO.
"No hay nada tan patético como una multitud de espectadores inmóviles presenciando con indiferencia o entusiasmo el enfrentamiento desigual entre un noble toro y una cuadrilla de matones desequilibrados destrozando a un animal inocente que no entiende la razón de su dolor...

Un baño de sangre anual de mil millones de euros”

CRUELDAD Y DECEPCIÓN.

Las corridas de toros son un espectáculo bochornoso en tres actos, de unos veinte minutos de duración, que escenifica la falsa superioridad y la fascinación enfermiza con la sangre y la carne de la que se alimentan, contra toda lógica ética y dietética, quienes creen tener un derecho divino a disponer a su antojo de la vida de otros seres sensibles, llegando incluso a justificar y trivializar la muerte del toro como arte y diversión; un comportamiento patológico que nace de una incapacidad para afrontar el dolor de las víctimas y una morbosidad irrefrenable ante la posibilidad de ser testigo directo de alguna cornada, o de la muerte del matador; un riesgo fortuito, infrecuente (un torero por cada 40.000 toros sacrificados), y sobre todo evitable que, sin embargo, incrementa el carácter macabro de la corrida.

UNA CARIDAD CRUEL E INSOLIDARIA.

Igual que los carniceros y las guerras, las corridas de toros tienen mala imagen, y no es fácil presentar la muerte como arte, comida o libertad. Pero si el requisito para un festín es la matanza de un animal, y los tiros son los precursores de la libertad, quienes se lucran fomentando la diversión a costa de la vida animal también necesitan justificar y enfocar la atención de los consumidores y usuarios en la supuesta utilidad de sus productos y servicios apoyando obras de interés social; por ejemplo, a través de una corrida de beneficencia, un acto aberrante e insolidario que, sin embargo, puede servir de reclamo al tranquilizar algunas conciencias, sobre todo si el baño de sangre beneficia supuestamente a un asilo de ancianos, las hermanitas de los pobres, una asociación que defiende a los discapacitados como la Fundación Padre Arrupe, o instituciones como la Asociación Española Contra el Cáncer o la Cruz Roja, que también entró a formar parte del negocio taurino con la explotación del servicio de alquiler de almohadillas en la plaza de Sevilla.



La destrucción de cualquier vida, supuestamente en beneficio de los demás, es éticamente inaceptable; pero esto no impidió a las monjas de la Hermandad del Santo Cristo del Consuelo y Nuestra Señora de los Desamparados celebrar el año pasado en Ciudad Real una novillada o “festival taurino-religioso”, incumpliendo el artículo 2.418 del catecismo, donde se dice que hacer sufrir a los animales va contra la dignidad humana. Otro ejemplo pintoresco, impropio de una sociedad democrática y civilizada, que no guarda relación con una actitud solidaria y humanitaria hacia los discapacitados y los animales, tuvo lugar en Alcuéscar, Cáceres, donde el alcalde construyó con dinero público una rampa y una zona especial para que 80 espectadores en sillas de ruedas pudieran ser testigos de un linchamiento repugnante de animales físicamente sanos. La Diputación de Málaga también se ha sumado a este inusitado interés taurino por los discapacitados físicos, aportando dinero público para que la plaza de La Malagueta sea la primera del país en instalar un ascensor para minusválidos, que previamente eran trasladados en brazos por los empleados, habilitando el ruedo para todos los públicos, con la creación de rampas de acceso a la plaza y una barandilla para sujetar las sillas de ruedas.



Las administraciones públicas, propietarias del 65% de las más de trescientas plazas de toros españolas, a pesar de las quejas de la inmensa mayoría de los contribuyentes que no desean apoyar con sus impuestos esta barbarie nacional que los intereses taurinos tratan desesperadamente de mantener e incentivar, siguen exigiendo un mayor número de corridas en los pliegos de adjudicación de los concursos taurinos; una carnicería anual, estéticamente impresentable que, con más de mil representaciones escenificando la masacre de un pacífico animal herbívoro que acaba en el desolladero, amenaza con ahogar con sangre, incluso, el interés de sus más fieles e incondicionales cómplices, ética y físicamente discapacitados, de una cobardía que a todos envilece.



UNA SINIESTRA FARSA IMPUESTA COMO FIESTA NACIONAL.

Detrás de la barrera que les aisla de la sangre, los aficionados y curiosos, adictos a la muerte y al dolor ajeno, se jactan de alimentar un biocidio aberrante y estéril con la compra de abonos que les permiten ver hasta la saciedad un espectáculo nauseabundo en el que se torturan, uno tras otro, miles de veces, seis magníficos animales, condicionados desde el nacimiento para representar, junto con el caballo, el papel más funesto de un fatídico guión, dividido en tres “suertes”, en las que unos siniestros mercenarios muestran su desprecio a la vida, acosando y “castigando” a un noble toro, manipulado y traicionado, con arpones y picas afiladas, hasta que muere, asfixiado o ahogado en su propia sangre con los pulmones destrozados por la espada del matador, o apuntillado con un puñal con el que intentan seccionarle la médula espinal. Pudiendo haber sido sometido, según estudios veterinarios, a toda clase de mortificaciones fraudulentas, incluyendo, además del afeitado (del cual, según el artículo 47.2 del reglamento de 1996, son supuestamente responsables los ganaderos), el suministro de fármacos y purgantes, que actúan como hipnotizantes y tranquilizantes, pudiendo producir falta de coordinación del aparato locomotor y defectos de la visión antes de comenzar la farsa taurina y ser descuartizado por los picadores, que le clavan el hierro de la puya en el morrillo, abriendo, a modo de palanca, un tremendo agujero con la cruceta, cortando y destrozando los tendones, ligamentos y músculos de la nuca para obligarle a bajar la cabeza y poderle matar más fácilmente. Continuando con el suplicio de las banderillas; tres pares de arpones de acero cortante y punzante (llamadas también “alegradores”), que le rompen la cerviz, quitándole fuerza y vitalidad, antes de ser estoqueado por los sicarios de la espada y el puñal; una labor premiada con las orejas, rabos y patas arrancadas de sus víctimas, incluso antes de su muerte, como trofeos que testifican el grado de deshumanización de sus cobardes verdugos y quienes les alientan con el griterío inconsciente o un silencio cómplice.



Las corridas de toros, además de carecer de sentido ético y apoyo social, fomentan el desprecio hacia los animales y la insolidaridad entre los ciudadanos, acostumbrados a permanecer impasibles ante el linchamiento de un ser vivo. No siendo tampoco un espectáculo que cuente con el apoyo incondicional de sus más fervientes aficionados que protestan contra “la invalidez de los pseudotoros” y el incumplimiento reiterado de las normas que regulan la tortura del animal, cada vez más debilitado y “falto de casta”, que sufre la dolorosa indignidad del afeitado, una práctica que implica el corte de un trozo de pitón, dentro del mueco donde se le inmoviliza, sufriendo el llamado lumbago traumático, y destrozándose los músculos y tendones al luchar desesperadamente por librarse del yugo que sujeta su cabeza, saliendo desvencijado en el cajón hacia los corrales de la plaza, a donde llega tullido y sin fuerzas para afrontar los desgarradores puyazos que le inflinge el picador. Un vergonzoso fraude, tolerado y muy extendido, según los propios taurinos, que debería bastar para condenar y aislar públicamente a los matones que han impuesto, con el beneplácito institucional de sus vasallos políticos, este sucio negocio como emblema de la España negra y “fiesta nacional”.



El “ARTE DE MATAR": COMO MODELO EDUCATIVO, RELIGIOSO Y CILTURAL.

Aunque haya disminuido el apoyo popular a las corridas de toros, el fin de las fiestas crueles dependerá del grado de respaldo de los medios de comunicación, de los intereses económicos y de las instituciones públicas y religiosas que tradicionalmente las han justificado y mantenido, política y materialmente, a cambio de vender su alma al diablo o al mejor postor, permitiendo la implantación del “status quo” taurino y la pérdida de valores éticos y religiosos del modelo egoísta de sociedad actual, intolerante y cruel, que se manifiesta a través de las retransmisiones taurinas, la violencia deportiva y doméstica y la telebasura en general, con el silencio cómplice, egoísta o ignorante de los votantes que legitiman activa o pasivamente la violencia institucionalizada sin comprender el origen de los conflictos sociales y las guerras locales y transnacionales que condicionan e hipotecan el presente y el futuro de la humanidad.



El fomento de la crueldad y el desprecio a la vida llega incluso a redefinir y condicionar el comportamiento y la identidad cultural de los aficionados a la sangre, a través de nuevos videojuegos como “Torero, arte y pasión en la arena”, con una opción, presentada por un conocido torero, que enseña a dos jugadores las técnicas más refinadas para torturar y matar a sus víctimas virtuales o potenciales. Al igual que los esfuerzos, claramente tendenciosos para presentar una corrida de toros simbólicamente, con descaro o sutileza, como una expresión artística fascinante y respetable, a través del cine o del teatro, en obras como “Carmen” y “Don Juan en los ruedos”, de Salvador Távora, que llenan los escenarios de sangre real, vertida para satisfacer el morbo de los espectadores, o la película “Hable con ella”, del director Pedro Almodóvar, quien organizó corridas de muerte en Madrid y Guadalajara, que costaron la vida a varios toros, destruyendo la magia incruenta del cine para manchar de sangre a los espectadores y hacerles cómplices involuntarios de una atrocidad éticamente incomprensible e injustificable.



Uno de los factores que contribuyen a mantener y fomentar las corridas de toros es el aporte de dinero público de las instituciones locales y regionales a las escuelas taurinas, que surgieron junto a los antiguos mataderos municipales, donde se entrena a niños de doce y catorce años en “el arte de matar”, mediante competiciones y prácticas con terneros y vacas, que sufren atroces heridas e incluso, como en la escuela taurina de Madrid, mutilaciones de las orejas y el rabo antes de morir. Barbaridades que forman parte del ritual tauricida de las corridas, apoyadas y justificadas por representantes taurinos de la cultura, como el escritor y catedrático de ética de la Universidad Complutense de Madrid, defensor de las corridas de toros y de las víctimas del terrorismo, Fernando Savater, quien se jacta de que “las barbaridades a veces también tienen su mérito, su estética y su ética”, justificando demagógicamente la crueldad por no ser, según él, “el objetivo de la diversión”, sino “un ingrediente necesario”.



El gobierno de Andalucía, que también apoya las corridas de toros, justifica las escuelas taurinas que subvenciona haciendo una lectura parcial de los artículos 35 y 46 de la Constitución Española, que tratan del derecho al trabajo y la libre elección de un empleo o una profesión, así como el fomento y conservación del patrimonio cultural español, sin tener en cuenta el artículo 15, que trata del derecho a la vida, sin miedo a la tortura y a un trato inhumano y degradante, que convenientemente no se aplica a los toros y caballos víctimas de las corridas.



Otros factores económicos que contribuyen a mantener las corridas son la asistencia, nada grata, del turista ocasional que apoya, a menudo involuntariamente, el morboso espectáculo y la diversificación económica de los ruedos. Asimismo, mientras algunos ganaderos se benefician de la ayuda económica de la Unión Europea, destinada a la producción de carne, otras subvenciones públicas permiten la celebración de corridas de toros en pueblos y ciudades que carecen de medios económicos para organizarlas por su cuenta. La venta de carne de los animales sacrificados a los gourmets taurinos, que ignoran o desean ignorar la importante liberación de toxinas producida por el estrés de las víctimas y las enfermedades habituales relacionadas con su consumo, como tuberculosis, nefritis y parasitosis hepática, también contribuye a hacer más rentable la masacre taurina.



A pesar de la falta de apoyo público por los espectáculos crueles de las últimas estadísticas, coincidiendo con el auge del vegetarianismo/veganismo y la búsqueda de valores espirituales basados en el respeto a la vida; sin absurdas excepciones antropocéntricas o religiosas, la mafia taurina, que nunca en su macabra historia ha querido saber de leyes de protección animal (incompatibles con su actividad tauricida, destructora de hombres y caballos), trata desesperadamente de retrasar el inevitable fin de una sangrienta dictadura que extiende sus tentáculos por los satélites taurinos de Europa, América y otros feudos potenciales, imponiendo un espectáculo denigrante y remodelando o proyectando nuevos centros de tortura multiuso, con cubierta o techo retráctil, para subvencionar y equiparar el martirio de animales con otros espectáculos musicales y artísticos más lucrativos, como el centro multimillonario de la ciudad de Burgos, previsto para el 2004.





UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA.

Aunque las corridas de toros sean un espectáculo singular y vergonzosamente español, su origen se remonta a los sangrientos juegos romanos y las crueles venationes en las que se mataban miles de animales para divertir a un público sediento de sangre y fuertes emociones. Según cuenta Plinio el Viejo, en su Historia Natural, Julio César introdujo en los juegos circenses la lucha entre el toro y el matador armado con espada y escudo, además de la “corrida” de un toro a quien el caballero desmontando derribaba sujetándolo por los cuernos. Otra figura de aquella época, según Ovidio, fue el llamado Karpóforo, que obligaba al toro a embestir utilizando un pañuelo rojo. El sacrificio de toros también se incluía entre los ritos y costumbres que los romanos introdujeron en Hispania.

En Creta, además del relato de la mitología griega que cuenta las aventuras de Ariadna, hija del rey Minos, y Teseo, que mató al Minotauro, hay constancia de la celebración de juegos en la plaza de Cnossos, en cuyo palacio, conocido por el Laberinto, pueden verse frescos que muestran a hombres y mujeres en escenas de tauromaquia, guiados quizá por los mismos mitos y la ignorancia insensata que permite caracterizar a un pacífico animal como un monstruo o enemigo virtual, convirtiéndole en víctima real de nuestro fracaso evolutivo como seres humanos, para poder traficar con la vida y el dolor de cuantos carecen arbitriamente de nuestros inmerecidos privilegios.



EL ACOSO Y LA MATANZA DE TOROS EN ESPAÑA COMO RITUAL DE DIVERSIÓN.

La primera referencia histórica de una corrida data de 1080, como parte del programa de festejos de la boda del infante Sancho de Estrada, en Ávila. Existiendo una conexión psicológica entre la corrida y estas celebraciones por la simbología ritual libidinosa imaginaria entre toro y torero, o entre lo masculino y lo femenino, con ramificaciones en el folklore y las fiestas populares, así como la relación libidinal entre el público y el torero, y otros elementos menos visibles que manifiestan todo un espectro de deseos, traumas y pasiones malsanas y enfermizas.
Aunque varios escritores apuntan que el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, fue el primer caballero español que alanceó toros, según Plinio, la práctica la introdujo Julio César, atacando él mismo con una pica a los toros a caballo. Una costumbre que los moros consideraban menos peligrosa que los torneos entre cristianos, que les preparaban para las batallas en las que los hombres se mataban del mismo modo.
Durante la Edad Media la corrida de toros se desarrolla y es monopolizada gradualmente por la nobleza que, influenciada por la galantería y el mal ejemplo de los reyes, como sucede en España en la actualidad, se disputaba la notoriedad pública, las atenciones de las damas y el respeto de los demás, exhibiendo su “valor” y gallardía, acosando y alanceando toros, considerados como enemigos totémicos de gran poder defensivo.
La reina Isabel la Católica rechazó las corridas de toros, pero no las prohibió, mientras que el emperador Carlos V se distinguió por su afición y mató un toro de una lanzada en Valladolid para celebrar el nacimiento de su hijo Felipe II, en cuyo reinado se promulgaron las primeras condenas eclesiásticas.

LA COMPLICIDAD DEL PODER Y LA IGLESIA CON LAS CORRIDAS DE TOROS.

En 1565 un concilio en Toledo para el remedio de los abusos del reino, declaró las funciones de toros “muy desagradables a Dios”, y en 1567 el Papa Pío V promulgó la bula De Salutis Gregis Dominici, pidiendo la abolición de las corridas en todos los reinos cristianos, amenazando con la excomunión a quienes las apoyaban, pero su sucesor Gregorio XIII modera el rigor de la bula de San Pío V, conforme al deseo de Felipe II de levantar la excomunión. En 1585, Sixto V vuelve a poner en vigor la condenación, que a su vez es cancelada en 1596 por Clemente VIII. Felipe III renovó y perfeccionó la plaza mayor de Madrid en 1619, con capacidad para casi sesenta mil participantes, y Felipe IV, además de alancear toros y matar uno de un arcabuzazo en la Huerta de la Priora, estoqueó a muerte a más de cuatrocientos jabalíes.

Durante los siglos XVI y XVII, en España y el sur de Francia ya se practicaba la suelta de vaquillas y toros por calles y plazas, y otros festejos como los toros de fuego y los toros embolados, ensogados o enmaromados, comparables en crueldad con el espectáculo aristocrático de la corrida en el que el caballero tenía un papel preponderante en el acoso y muerte del toro, que también sufría las mil provocaciones que le causaban los peones desde los burladeros o caponeras, los arpones que la chusma le clavaban y los arañazos de algunos gatos introducidos en algún tonel que el toro desbarataba. En Sevilla, se documenta una corrida, a cargo de la cofradía de Santa Ana, con “seis o doce toros con cinteros y sogas para regocijo del pueblo”, llegando a generalizarse en las grandes corridas a caballo, con rejones, la provisión de un primer toro “para que sea burlado, humillado y muerto por el pueblo de a pie”.

El entusiasmo de la nobleza por las corridas se mantuvo durante el reinado de Carlos II, pero a partir del siglo XVIII, cuando la nobleza se desentendió del toreo a caballo, a raíz de la prohibición de Felipe V de las llamadas “fiestas de los cuernos” (también rehusó participar en un auto de fe organizado en su nombre al principio de su reinado), se impuso el protagonismo plebeyo en el toreo a pie, con la novedad de la muerte del toro a manos de la gente más vil y poco refinada vinculada con el abasto de carne y los mataderos, donde desarrollaron su particular modalidad tauricida hasta formar en el siglo XVII cuadrillas de peones o chulos provistos de capas, que se unieron a los patéticos y despiadados jinetes (varilargueros), para correr (provocar el acoso del toro), doblar (hacerle dar vueltas bruscamente con el engaño), pinchar y rematar (desjarretar) a los toros agotados que rehuían el doloroso encuentro con sus verdugos a caballo y los perros de presa. Pasando de ser el enfrentamiento con el toro un entrenamiento “deportivo” a un negocio lucrativo que siguió contando con el apoyo real para erigir en la Puerta de Alcalá de Madrid la vieja plaza de obra de fábrica, donada por Fernando VI a la Real Junta de Hospitales, que fue inaugurada en 1754.

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se destinan extensas tierras para pastos, mientras el matador de toros alcanza renombre como espada y se consuma la dictadura taurina, al margen de la ley, con la proliferación de plazas permanentes, al estilo de los coliseos romanos, como un cáncer de la razón, con la consiguiente perversión y vulgarización de las malas costumbres y la pérdida de valores éticos y sociales que los españoles ilustrados trataron de corregir, sin éxito, con una legislación más humanitaria y socialmente acertada.


LA CONCIENCIA HUMANITARIA ILUSTRADA Y EL DESPOTISMO TAURINO.

A finales del siglo XVIII, una iniciativa para civilizar las costumbres del país del conde de Aranda, ministro del gobierno ilustrado de Carlos III y presidente del Consejo de Castilla, desembocó en la promulgación de la Real Orden de 23 de marzo de 1778, que prohibía las corridas de toros de muerte en todo el reino, con excepción de aquéllas destinadas a sufragar, “por vía de arbitrio”, algún gasto de utilidad pública o fines benéficos, siendo éstas prohibidas también posteriormente por la “pragmática-sanción en fuerza de ley” de 9 de noviembre de 1785, que contemplaba su “cesación o suspensión”. Finalmente, por el decreto de 7 de septiembre de 1786 se consumó la total prohibición de todos los festejos, sin excepciones, incluidas las corridas concedidas con carácter temporal o perpetuo a cualquier organismo como “las Maestranzas u otro cualquiera cuerpo”. En 1790, otra “Real Provisión de los señores del Consejo”, erradicaba, no sólo la versión espectáculo de la recién inventada “corrida moderna”, sino cualquier celebración que tuviera al toro como víctima protagonista, en virtud de la cual se prohibía “por punto general el abuso de correr por las calles novillos y toros que llaman de cuerda, así de día como de noche”. En 1805, otro real decreto de Carlos IV reiteraba la abolición de las corridas de toros en España y sus territorios de ultramar, aunque se toleraban algunas excepciones con fines benéficos. Prohibición que dejó de ser efectiva incluso antes de la llegada de Fernando VII, el rey absolutista que restaura el tribunal de la inquisición (abolido en 1808) y da su apoyo a las corridas, mientras suprime las libertades y la constitución de 1812. Cerrando las aulas de la Universidad en todo el reino, al mismo tiempo que crea, en 1830, la primera escuela de tauromaquia, con sede en el matadero sevillano, que sería cerrada tras su muerte, en 1834, bajo la regencia de María Cristina.

El deseo de la mafia taurina de afianzar su poder e imponer su espectáculo a toda costa a la población española incrementa el ritmo de construcción de circos de muerte a lo largo del siglo XIX (en respuesta a la prohibición legal de las corridas), en cuyo período se erigen y se aumenta la capacidad de la mayoría de los que hoy están en uso. Provocando el apasionado clamor literario de la poetisa española Carolina Coronado (1823-1911) contra la profusión de circos taurinos, en su poesía Sobre la construcción de nuevas plazas de toros en España. Durante el siglo XIX se regula la matanza de los toros al margen de la ley, publicándose en 1836 la Tauromaquia completa, mientras se organizan espectáculos en los que participan perros y otras especies animales, al más puro estilo del antiguo circo romano, como el enfrentamiento que tuvo lugar en Madrid entre un toro y un elefante en 1898.

La muerte de miles de caballos, horriblemente destripados, convierte las corridas de toros en verdaderas carnicerías que acaban reduciendo la población equina a la mitad en el último tercio del fin de siglo, lo que motiva la introducción en 1928 del peto, una colcha protectora de invención francesa, que no elimina el sufrimiento del caballo, pero evita herir la sensibilidad de los espectadores que menos toleran la sangre.

Los ganaderos manipulan el comportamiento y la fuerza del toro reduciendo su tamaño y fabricando un animal acomodaticio por medio de sucesivos cruzamientos para adaptarles al ritual taurino “moderno”.

Pablo Iglesias (1850-1925), figura indiscutida del Partido Socialista (PSOE) desde su legalización en 1881, condena públicamente las corridas de toros; pero es su propio partido el que las legaliza de nuevo en España mediante el Real Decreto 176/1992, de Juan Carlos I, que, lejos de tipificar la crueldad como delito como corresponde a un gobierno constitucional democrático, establece las medidas para fomentar la barbarie taurina “en atención a la tradición y vigencia cultural de la fiesta de los toros”, especificando las características y el tamaño de las armas, legalmente homologadas, que los verdugos deben emplear para torturar a sus víctimas, como las banderillas; más largas que hace dos siglos, las banderillas negras (que reemplazaron a las de fuego con cartuchos de pólvora), para aterrorizar al toro manso que no colabora con sus verdugos, así como la puya o pica, la espada o estoque y la puntilla propia del matadero y el arsenal taurino.



EL NEGOCIO TAURINO FUERA DE ESPAÑA, UNA CUESTIÓN DE VIDA Y MUERTE.

Las corridas de toros en América, Francia y Portugal atravesaron las mismas vicisitudes que en España, decretándose prohibiciones civiles y eclesiásticas que, salvo algunas excepciones, no se respetaron, aunque contribuyeran al desarrollo de un estilo diferente de espectáculo, igualmente cruel, basado en el tormento y la muerte de un animal sensible.

En Francia, la entrada en vigor de la ley Grammont prohibiendo las corridas de toros el 2 de julio de 1850, no impidió la introducción de las corridas de muerte al estilo español, para satisfacer a la emperatriz española, Eugenia de Montijo, que intervino personalmente para solicitar la suspensión de la prohibición que afectaba a una serie de corridas en Bayona, programadas para el verano de 1853, en las que murieron 19 toros y 39 caballos. A pesar de lo cual, las corridas siguieron estando legalmente prohibidas durante cien años en todo el territorio nacional, hasta la adopción, por el Consejo de la República, el 12 de abril de 1951, de una proposición de ley declarando que la ley anterior “no era aplicable a las corridas de toros cuando una tradición ininterrumpida podía ser invocada”.

Temiendo que una mayor preocupación por los derechos de los animales haga más difícil mantener engañada a la opinión pública mundial, la mafia taurina trata desesperadamente de exportar su esperpéntico espectáculo a cualquier país sin ninguna tradición taurina como Egipto y Rusia, o a otras ciudades de Francia como París, donde intentaron organizar una corrida, en junio de 2002; o Carcasona, donde se montó una corrida por primera vez desde 1954, después de que el alcalde y la corte superior de justicia hicieran prevalecer la escapatoria legal de que existe “una tradición local ininterrumpida”, una disposición que excluye a las corridas de toros y peleas de gallos de las sanciones previstas en la actualidad para el maltrato de animales en la ley francesa de protección de los animales del 15 de julio de 1976.

“Según una encuesta francesa de 1993, el 83% de la población está en contra de las corridas de toros, y sólo las apoya un 11%”.

En Portugal, donde la crueldad y el sufrimiento de los animales es similar al resto de la península, a pesar de la prohibición de las corridas de muerte al estilo español en 1928, la tradición de matar a los toros en las plazas de las ciudades fronterizas con España continúa en lugares como Villa de Barrancos, donde las autoridades las han permitido durante décadas. Paradójicamente, una nueva ley permitirá nuevamente la matanza del toro en los ruedos, en las ciudades que puedan demostrar haber mantenido ininterrumpidamente la costumbre de matar toros y de haber incumplido sistemáticamente la ley durante al menos cincuenta años.

Los falsos argumentos utilitaristas en defensa de las tradiciones para justificar la tortura de los toros no justifican de ninguna manera ningún acto basado en el suplicio gratuito de nuevas especies animales, pero el abuso sistemático de animales de cualquier especie acaba insensibilizando a la opinión pública ante el sufrimiento animal, permitiendo, por ejemplo, incluso encierros de avestruces en Aragón y en poblaciones como Fuengirola, sin tener en cuenta las consecuencias físicas, psicológicas, morales o éticas para las víctimas involuntarias o para quienes participan de buena gana en cualquier espectáculo cruel y degradante.

Si deseamos atajar la violencia contra los animales de cualquier especie y empezar a construir una sociedad basada en el respeto a la vida y a los demás, debemos avanzar en la dirección más humanitaria de otros países de la Unión Europea como Alemania, Italia o el Reino Unido, y mejorar el estatuto de los animales en España y otros países como Portugal, Francia, México, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, condenando sin paliativos la tortura de cualquier ser vivo a nivel europeo e internacional y reformando el artículo 632 del Código Penal español, que es totalmente ineficaz para prevenir los casos de crueldad con los animales, ya que sólo se aplica a los espectáculos no autorizados legalmente, en cuyo caso el maltrato sólo está castigado como una falta, con una multa.


EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA PÚBLICA.

Los continuos esfuerzos de las instituciones en apoyo de las corridas de toros y las fiestas crueles, en las que se torturan animales de varias especies en la España democrática, se enfrentan al creciente rechazo de una juventud más crítica que busca una relación más sincera y armoniosa con los animales y la naturaleza, y a una opinión pública más escéptica y dispuesta a cuestionar, no sólo la calidad y el origen de los alimentos, sino también las diversiones más aberrantes. Lo cual posibilitaría el fin de la permanente sangría nacional y un mayor progreso económico, social y cultural del país haciendo realidad el sueño de erradicar las costumbres violentas, insolidarias y crueles, como las corridas de toros, prohibidas hace más de dos siglos por nuestros ilustres antepasados como una enfermedad social que se manifiesta, de múltiples formas, destruyendo nuestra sensibilidad y el sentido ético y estético de cuantos aceptan como normal que las partes mutiladas de un animal herbívoro pacífico sirvan de recompensa a sus verdugos, y fomentando incluso el machismo y la violencia de genero; ya que si se acepta que un ser vivo pueda ser torturado por lucro y diversión, también la condición humana puede ser objeto de la misma consideración.

José Vargas Ponce, capitán de fragata, miembro y director de la Real Academia de la Historia, y notable erudito, amigo de los principales ilustrados de la época, como Jovellanos y Villanueva, resumió en su Disertación sobre las corridas de toros, escrita en 1807, todos los argumentos antitaurinos del siglo XVIII, trabajo que, lamentablemente, no trascendió más allá del limitado círculo académico, quedando inédito en los archivos hasta 1961, cuando Julio Guillén Tato, otro marino académico, editó la Disertación y alguna documentación complementaria, en la que el autor condena las diversas perversiones que se resumen en la corrida de toros: “¿Será posible que espectáculo por tantos títulos bárbaro, expuesto e indecoroso, haya tolerado siglos y siglos, sin repugnarlo, la gente española?”. En otro apartado sobre los perniciosos efectos que este espectáculo produce en el carácter colectivo de los españoles, dice: “Esto es en el fondo el objeto de cada corrida; esto es lo que representa y multiplica las escenas: fiereza procurada por el hombre, daños y carnicerías voluntarias, dechados perennes de crueldad y de ingratitud, y sangre vertida y mezclas de sangres, y siempre sangre y más sangre. Pues si estos son los ejemplos de los toros, ¿qué pueden producir los toros? Dureza de corazón, destierro de la dulce sensibilidad y formas tan despiadadas y crueles como el espectáculo que miran”.



LAS CORRIDAS DE TOROS Y LOS DERECHOS NATURALES DE LOS SERES VIVOS.

El significado histórico de los derechos civiles, la libertad de expresión y la extensión de los derechos naturales a los seres humanos y a los animales, por primera vez con criterios puramente humanitarios, surgió de una profunda reevaluación de los valores éticos y las prioridades humanas que permitió cuestionar cualquier forma de explotación animal como la domesticación de animales, que es un modelo para el sometimiento social, al igual que la caza, que históricamente ha representado una afirmación de poder y virilidad, y la vivisección que, además de una atrocidad científica, hipoteca nuestra salud, haciéndonos rehenes de los criterios mercantilistas de la industria farmacéutica, que no concibe la salud sin el recurso obligado a las medicinas.

Para hacer frente a las corridas de toros como una costumbre cruel e institucionalizada, antes es necesario entender la relación existente entre este arcaico espectáculo y la primitiva escala de valores de la cultura carnívora en la que se sustenta, que considera a los seres humanos y a otros seres vivos como enemigos potenciales a quienes es posible dominar o sojuzgar, además de consumir sus despojos. Dado que una forma de explotación suele justificar la otra, y ambas pertenecen a una mitología que aparta a los animales de nuestro ámbito moral.

Joseph Ritson (1752-1803), decía en 1802, en su Ensayo moral sobre la abstinencia, que la relación entre el consumo de animales y el comportamiento cruel y despiadado del ser humano, es un hecho históricamente demostrado. Y que el origen de los mal llamados deportes bárbaros e insensibles de los ingleses, como las carreras de caballos, la caza, el tiro con escopeta, el acoso con toros y osos, las peleas de gallos, los combates profesionales de boxeo, y otros tantos, está en la adicción a la carne.

EL VEGETARIANISMO COMO BASE DEL PROGRESO SOCIAL Y CULTURAL.

Las raíces del movimiento vegetariano, que llegaría a ser la base de las campañas en pro de los animales y sus derechos, tienen su origen en los ideales de la Ilustración y de quienes han creído y luchado por un mundo más justo para los seres humanos y los animales; intelectuales ilustrados como el conde de Aranda (1719-98), diplomático y primer ministro de Carlos III, y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), jurisconsulto, estadista y escritor, se caracterizaron por su rechazo frontal a las corridas de toros, promoviendo la cultura, el bienestar social y la mejora de las costumbres. Cuya influencia se dejó sentir en toda la generación de los literatos del 98 que, con la excepción de Valle-Inclán, se opusieron a las corridas de toros. Miguel de Unamuno transformó el antiguo lema de Pan y Juegos en Pan y Toros, criticando a las masas que acudían a las corridas en busca de una macabra y sangrienta diversión, mientras que Pío Baroja expresó su preocupación por el sufrimiento de los animales.

Los libros de Tomas Payne (1737-1809), “Sentido común” y “Los derechos del hombre”, cuya influencia marcó el curso de la historia de la humanidad, y Joseph Ritson, quien creía que los sacrificios rituales de animales permitieron que el ser humano empezara a comer carne, representaron los ideales de la Ilustración para todos aquellos que creían en un nuevo concepto universal de la justicia para los seres humanos y los animales, sentando las bases del movimiento vegetariano internacional del que forman parte organizaciones como la Unión Vegetariana Internacional (IVU) y diversas asociaciones veganas internacionales que promueven un estilo de vida más sano y solidario, basado en una alimentación de origen vegetal, que rechaza y condena el maltrato de los animales y su explotación para la producción de alimentos, cuya comercialización y consumo impiden la adopción de medidas necesarias, justas y responsables a favor del bienestar de los animales, y el movimiento global para la defensa de sus derechos, un colectivo al que pertenecen también varias asociaciones españolas como Amnistía Animal, ADDA, ALA, ANPBA, ASANDA, ATEA, Derechos para los Animales, OLGA, etc., que defienden los derechos de los animales y condenan la crueldad institucionalizada de las corridas, canalizando la indignación pública hacia estos espectáculos, como en la primera marcha antitaurina de la primavera de 1987 a la plaza de las Ventas de Madrid. Protestas que no siempre reciben la atención adecuada de los medios de comunicación por temor a perder los favores políticos y económicos de los intereses taurinos e institucionales que las apoyan.



POR UN FUTURO SIN DIVERSIONES SANGRIENTAS.

El mayor rechazo de la sociedad a las guerras y los espectáculos crueles en los que se torturan y matan animales por lucro y diversión, debería generar una actitud menos tolerante con la violencia que sufren los animales y degrada a toda la sociedad; sin embargo, aunque algunos festejos crueles, como el lanzamiento de una cabra del campanario de la iglesia de Manganeses, ya no se permitan; otros, como el “Toro de la Vega”, que consiste en perseguir a un toro por el campo hasta matarlo con una lanza para disputarse sus testículos como trofeo, encuentran su justificación en las corridas de toros y siguen contando con el suficiente apoyo institucional, representado por intereses taurinos, que no permiten educar a la sociedad a valorar por igual a todas las víctimas de la violencia, impidiendo la adopción y ejecución de una verdadera ley estatal de protección animal, acorde con una sociedad democrática evolucionada que respeta los intereses de los más vulnerables.

Si podemos establecer que somos lo que comemos y rechazamos la violencia relacionada con el consumo de carne, también debemos dejar vivir a los demás. Si nuestros alimentos son nuestra medicina, también pueden permitirnos redefinir el significado de lo que llamamos diversión y lograr alimentar el espíritu, o el alma, aprendiendo a apreciar los alimentos obtenidos sin violencia ni crueldad. Si realmente somos seres compasivos, cada uno de nosotros debemos ser parte de la solución y pedir la abolición de las corridas de toros y de toda su simbología supremacista que hace una fiesta del dolor, centrando nuestros esfuerzos en debilitar los cimientos políticos y económicos que hacen posible que perdure un anacronismo de nuestro pasado sangriento que no tiene lugar en una sociedad que se autodefine como moderna, democrática y solidaria.

“Según una encuesta reciente, el 68% de los españoles no están interesados en las corridas de toros, siendo los jóvenes y las mujeres quienes menos las apoyan. Los catalanes y los gallegos, con el 81 y el 79%, respectivamente, son los que están menos interesados. Otros datos reflejan que el 82% de los españoles no han asistido nunca a una corrida, mientras que el 87% condenan el sufrimiento animal en los espectáculos públicos”.

FUENTE:
Francisco Martín,

Presidente de la Asociación Vegana Española (AVE) -