¿Qué sucede si un día alguien te trae una carpeta llena de grandes fotografías en blanco y negro?
Tu curiosidad, hace que te apresures a abrir y hojear rápidamente las imágenes.
Son variadas: paisajes, retratos ensayos, ¿que tienen en común?
Pues dos ojos tras una cámara, y la sabiduría de quien ha esperado las condiciones de luz, la postura de la modelo, el punto idóneo de la imagen de la que más tarde tras el revelado apreciará el resultado.
Nada de lanzar miles de disparos, solo uno ajustado y meditado; pero el fruto siempre sorprende.
Tras el revelado del clise, el segundo paso, la plasmación sobre el papel de la imagen guardada en la retina de la maquina, la ampliación.
En este nuevo proceso de luz y matices, el fotógrafo optimiza las imágenes, las encuadra las amplia, busca la mejor visual.
¿Qué sabemos de su autor? Casi nada, su nombre por estar en algunas fichas de fotografías premiadas en concursos, no sabemos si era amateur o profesional, solo sabemos que durante los años sesenta residió en un pueblo del Garraf, donde montó un laboratorio fotográfico doméstico.
Años después unos nuevos habitantes de la casa en que antaño amplió algunas de estas imágenes, consideró que ocupaban demasiado espacio y decidió desprenderse de ellas.
De este modo, nosotros que tenemos una casita mucho más reducida, decidimos darles cobijo hasta encontrarles un sitio más digno.
Mientras tanto, hemos disfrutado de su visión y las participamos a los amigos de este blog, que aunque siempre ha estado dedicado a la pintura, también creemos que puede acoger una entrada sobre fotografía.
Solo despedirnos y desearles de unas felices Navidades de parte de Clariana y nuestra.
Las fotografías son de José Tomás Esplugas, realizadas entre
1958 y 1972